Vengo de una casa muy de sopas y consomés... Echo de menos a mi abuela echando un chorrito de vino para enfriarse el caldo por la noche, o a mi hermana mayor pidiendo que se le apartara un poco antes de echar los fideos...
Mi vida llena de horas de oficina, largos trayectos del trabajo a casa y horas extras de fin de semana, me hacían difícil prepararme caldos como los que hacía "la yaya", con buena materia prima, a fuego lento y con tiempo y mimo para que cada ingrediente aporte su mejor versión.
La adicción de gengibre me asustó un poco al principio... pero cuando por fin tomé la primera ración para cenar, me transporté a esas cenas de infancia con los ocho en casa alrededor de aquella enorme mesa redonda.
El sabor es distinto, pero muy agradable.
Sí, ahora es un indispensable en mi despensa.
GRACIAS!